sábado, 24 de diciembre de 2016

Un relato muy corto...

El corazón latía en su pecho a un ritmo desenfrenado, tanto que no sabía cuánto tiempo iba a ser capaz de resistir sin desmayarse. Se aferró con todas sus fuerzas a la barra de metal que parecía haberse convertido en parte de su cuerpo desde el mismo instante en que los ruidos en la planta de abajo hicieron que despertase de golpe del sueño que tanto le había costado conciliar.

No era una pesadilla, ojalá lo fuese. Alguien había entrado en casa, alguien había forzado la puerta... o quizás había destrozado una ventana sin que nadie se apercibiera de ello.

Nadie.

Porque no había nadie que pudiera echarle una mano. Nadie a quien acudir para pedir ayuda, ni en casa... ni en Dios sabía cuántos kilómetros a la redonda. Se armó de valor para enfrentarse al indeseado visitante mientras aún tenía a su favor la capacidad de sorpresa, levantó la barra sobre su cabeza y entró en tromba en el salón.

Papá Noel se giró al verla, abrió los brazos y dijo: ¡¡¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!!
(y comprad mis libros, leche)
(los míos, no los de Papá Noel)